Nosotros, como humanos, somos «organismos híbridos» formados por células humanas y microbianas. Existen cientos de tipos distintos de bacterias en nuestro organismo y nuestra relación con estos pequeños organismos es fundamental para nuestra existencia.
La mayoría de estas bacterias se encuentran en el intestino. Este ecosistema personal se denomina microbiota intestinal.
La microbiota es única de cada persona, como una huella digital. Disponer de un equilibrio adecuado de bacterias intestinales es fundamental para una buena salud gastrointestinal, un sistema inmunitario sano y nuestro bienestar general. Una microbiota rica y diversa, al igual que un ecosistema sano y que funcione bien, podrá soportar las amenazas externas.
Sin embargo, las afecciones patológicas, el envejecimiento y las elecciones del estilo de vida pueden ejercer un efecto negativo sobre la biodiversidad de la microbiota. Cuando se produce un desequilibrio en la microbiota intestinal debido a factores como una dieta inadecuada, estrés o uso de antibióticos, eso significa que las bacterias beneficiosas pueden verse afectadas y disminuyen a la vez que el número de bacterias dañinas aumenta.
La pérdida del equilibrio en el intestino produce disbiosis, una alteración de nuestra beneficiosa relación con la microbiota. Las consecuencias pueden repercutir sobre nuestro aparato digestivo, funcionamiento intestinal y sistema inmunitario.
Los probióticos son un tipo de bacterias beneficiosas que pueden ayudar a recuperar el equilibrio en nuestra microbiota intestinal. Los probióticos desempeñan un papel importante en el mantenimiento de la composición de la microbiota, al colonizar nuestro intestino y ayudar a las bacterias buenas, repoblando el intestino frente a las dañinas. El intestino vuelve a encontrarse en equilibrio, lo que ejerce un efecto positivo en nuestro bienestar.
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